Fatal. Lo paso fatal en el dentista, y suelo ir drogado de calmantes, para intentar en la medida de lo posible no darme cuenta de nada cuanto suceda, pero el jueves pasado no tenía pensado quedarme y no tomé nada, así que me enteré de todo.
Mal rayo me parta.
- ¿Quien viene ahora después de Antonio? le pregunta mi dentista a la higienista.
- El novio de Raquel, responde ella.
Llevo con mi dientista desde antes incluso que él llegara a España, pues mi amigo Andrés chaka chúm chím púm trabajaba en su clínica. Luego se casó (mi amigo, no el dentista) y el padre de la mujer de mi amigo (que se separó de él) se quedó la clínica, pero eso es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.
El novio de Raquel. Pobre chaval, que ni siquiera tiene nombre. Y además, estará siempre condicionado a lo que Raquel quiera, porque si Raquel decide cambiar de novio, ese pobre novio se quedará sin nombre. Cuando vuelva al dentista será anunciado como el antiguo novio de Raquel y pobrecillo si viene acompañado de una mujer que no sea su madre o su hermana, porque tendrá cachondeíto de por vida.
Raquel por su parte, nunca será recordada como la novia del novio de Raquel, sino como Raquel. Pobre del nuevo novio de Raquel como se le ocurra acompañarla al dentista, porque será nombrado como el nuevo novio de Raquel para en buena lógica, distinguirlo del anterior novio de Raquel.
No voy a desarrollarlo más en aras a la simplicidad, y porque sonó el teléfono del gabinete (antes se llamaba clínica, pero ahora por lo visto se llama gabinete) y el dentista preguntó:
- ¿Quien ha llamado?
- El hermano de Ana, respondió la higienista.
Y me marché con ciento cincuenta euros menos y el consuelo que al hermano de Ana, nunca le van a cambiar el nombre por más que Ana cambie de novio, de ciudad, o de estado civil.
Y con la boca como una cabina telefónica de las antiguas, de la anestesia.
Colocado a petición de Gaby, aquí mi dientista:
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